Pero hoy todo eso, creo, se ha perdido. Miro nuestra mesa de clase, donde solías sentarte a mi lado, y aún quedan nuestros garabatos, los dibujos de tus explicaciones, mis caritas alegres o tristes según el día y tus por qués escritos a lápiz. De repente me ignoras, ya no me miras, y cada sonrisa que ya no me lanzas, me duele en el alma. Se acabó, así de fácil, así de rápido, así de cruel. No he tenido suficiente tiempo para decirte lo mucho que me encantabas. Esa complicidad se ha marchito demasiado rápido, y no me lo puedo creer.
¿Por qué no has aceptado mis disculpas? ¿Por qué? ¿Acaso realmente yo no te importaba?

