Esta historia, tan real, tan apócrifa, tan inusual, relata una historia emocionante que cualquier amante de la literatura fantástica debería tener en su biblioteca personal.
Habla del amor, la amistad, los enemigos, la guerra, la historia... pero sobretodo habla de la vida misma, de la vida de una forma tan impresionante que cuando empiezas a devorar páginas olvidas el mundo real, hasta cierto punto que cuando dejas de leer te encuentras un tanto desorientado al encontrarte en la habitación en la que comenzaste a leer en vez de en el bosque, la ciudad o la biblioteca, que describía el autor.
Pero quizá, lo más sorprendente es ese conjunto de frases, moralejas, cavilaciones que conjura el autor y que llegan al corazón de forma directa, eficaz y rápida. Mucho más directo que el conjuro de Celestina para embrujar a Melibea del amor de Calisto.
Por eso recomiendo este libro hasta la saciedad.
Ya me contareis que os ha parecido.
De momento, os dejo con esta imagen y algunas de esas frases tan especiales:

"Estés donde estés, la gente es básicamente la misma"
"Hay dos formas de perder a un amigo: una es pedirle dinero, y la otra, prestárselo"
"Por supuesto -dijo Kvouthe grandiosamente-. limpio, rápido y fácil como mentir. Sabemos como termina antes de que empiece. Por eso nos gustan las historias. Nos ofrecen la claridad y la sencillez de que carece nuestra vida real."
"La experiencia me ha enseñado que la mejor forma de protegerte es hacer creer a tus enemigos que no pueden hacerte daño".
"Hetera olía a canela, y a los nueve años yo la encontraba fascinante, aunque sin saber exactamente por qué. Ella me enseñó que no debía hacer nada en privado de lo que no quisiera que se hablara en público, y me advirtió del peligro de hablar en sueños."
"—Estaba prácticamente convencido de que ya te habías marchado. —He estado a punto —repuso Denna con falsa arrogancia—. He esperado dos horas a que viniera mi Savien. —Suspiró trágicamente, mirando hacia arriba y hacia un lado, como la estatua de una santa—. Al final, desesperada, he decidido que lo mejor era que esta vez fuera Aloine quien buscase a su amado, y al cuerno con la historia. —Sonrió con malicia. —«Eramos dos navios mal iluminados en la noche...» —cité. —... «que pasaban al lado sin verse el uno al otro» —terminó Denna. — La caída de Felward —dije con algo que rayaba el respeto—. No hay mucha gente que conozca esa obra. —Yo no soy mucha gente —replicó ella. —No lo olvidaré. "
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