sábado, 15 de octubre de 2016

Lo que eres ❤

Me gustaría que esta fuese la última entrada en la que analizo un sentimiento (pasado) o me doy un consejo (para el futuro).

Este blog lo inicié hace 3 años con el propósito de desahogarme, de organizar mis emociones y crecer. Pero me gustaría dejar de usarlo, me gustaría ser capaz de ser más independiente emocional -para seguir creciendo-, pero sin necesitar una libreta o este sitio web para ese fin. Y, por supuesto, sin necesitar a alguien como "libreta", pues nadie mejor que yo puede saber lo que siento. Quiero vivir más intensamente. Quiero vivirlo al 100%, ofrecer toda mi energía para este momento presente. ¿Sabes que al escribir esto te estás perdiendo el cielo, las nubes, el Sol y a tu familia ahí fuera de tu habitación? Si estás tan pendiente de esto, no vas a ver cuando el chico que te gusta te sonría xDD.

Mi último consejo es: vive y deja vivir. Disfruta del camino y lucha, trabaja mucho por lo que realmente deseas. Ámate, ama lo que haces, lo que eres y lo que quieres llegar a ser. Y así, según me dijo un pajarito, llegarás muy lejos :).


"Tus hábitos definen lo que haces todos los días, y lo que haces todos los días define lo que eres."

viernes, 14 de octubre de 2016

ÚLTIMAS CONFESIONES... Aunque la quieras...

Si no eres capaz de aceptar lo que otra persona desea o quiere, déjala libre lejos de ti, porque la harás infeliz aunque la quieras.

Lo que otra persona decida no depende de ti. Nunca fuerces nada.

Siembra semillas, pero no intentes estirar el árbol porque no crecerá.
Tus verdades no son únicas e universales. Tan solo son tu punto de vista. 


Nunca es bueno forzar nada. Al no intentar forzarlo, te liberas, y te das cuenta mucho más rápido cuándo algo no funciona, cuándo no va a ser. De esta manera, dejas abierta de par en par una puerta para que entre otra persona. Y, además, te quedas mucho más tranquila cuando te das cuenta de que alguien no quiere seguir en tu vida.

Lo que ella me provoca es inseguridad, intranquilidad, porque no tengo ni idea de lo que quiere, de lo que va a hacer y a la vez no sé qué quiero ni qué voy a hacer.
Y por otro lado yo creo que a ella le provoco lo mismo porque la quiero pero a la vez no quiero estar cerca de ella.

El precio de lo profundo, de la verdad, de lo que muchas veces no deseas oír... Es caro...
No soy de medias tintas. Por eso muchas veces acabo manchada de negro, de rojo y azul en una algarabía de color indescriptible.
Y así afronto el cambio: manchada, distinta, nueva, siendo otra persona absolutamente diferente.


No soy un para siempre. No puedo serlo. Necesito todo el tiempo cambiar. Necesito ir de aquí para allá y no puedo ser estática. Necesito ser libre. Y lo que quiero no me permite estar quieta. No puedo ser libre si no cambio.

Decidí seguirla porque no quería llevarme mal con ella, porque todavía la quiero muchísimo, porque ha habido momentos muy importantes en mi vida en los que ella estuvo.
Pero me doy cuenta que cada vez que la veo con esa gente que tanto daño le hacía, que tanto daño me hicieron, una daga se me clava en el estómago. Y no solo eso: a veces ella también publica cosas que me hacen daño, que me hieren, porque intuyo por qué lo publica. Entonces mi estómago se resiente, me grita que deje de mirarla, que deje de seguirla, que la borre. Que no es para mí, que ya vendrá alguien mejor, que dejes ese espacio abierto de par en par para esa nueva persona. Que te olvides de ella, que te esfuerces en que esa persona entre, porque ella te hizo daño. Mucho daño.
 

QUEMANDO ETAPAS

martes, 11 de octubre de 2016

Añorar la complicidad..

Echo de menos besar, abrazar. Echo de menos que me recojan en la estación de tren cuando vuelvo y, que al marcharme a casa de mis pades, me despidan con un beso. Echo de menos pasar un fin de semana sin padres, sin problemas, y dormir junto a una persona especial. Echo de menos ir al cine y besar a oscuras, bañarme en una piscina y besar y abrazar a alguien bajo el agua. Echo de menos que me cojan de la cintura y que me amen. Echo de menos dar besitos en el cuello. Echo de menos hacer el tonto, las travesuras y la complicidad. Echo de menos las "peleitas" de "yo te chincho y tu me persigues".





lunes, 10 de octubre de 2016

Oscilar entre dos mitades

Hay muchas razones por las que te dejé marchar, y una muy grande fue esta. Lo siento...

***


"El primer recuerdo que tengo de mi madre es ella en una vía de tren. Yo debo de tener unos tres años. En realidad no tengo ni idea, pero mi hermana piensa que yo rondaba los tres años por aquel entonces. Vuelvo a este recuerdo de mi madre a los dieciocho años, cuando acudo a la psicóloga de la universidad porque acabo de someterme a un aborto y no puedo terminar mis clases. Para conseguir que me excusen, debo demostrar que tengo un trauma psicológico, así que acudo a esta mujer con bastante reticencia para hablarle de mis problemas. Me siento incómoda, pero me muestro racional. Ella se parece a Susan Sontag, con el cabello veteado de gris, una franja canosa simétricamente ubicada a ambos lados de su cabeza. Me pregunta qué me ha llevado hasta allí. Yo suspiro y hago una pausa. Estoy sentada en un puf de cuero marrón, en una postura obstinadamente retorcida. Le hablo sobre mi madre.
Toda mi vida he vivido en una familia que eludía hablar de mi madre y su enfermedad. Todos nos las hemos arreglado para hablar lo menos posible del tema a lo largo de los años: mi madre lleva toda su vida lidiando con sus problemas mentales, pero nunca hablamos de eso. Al contrario, todos tratamos de ignorar el inmenso pozo de angustia en el que se halla sumergida y hasta el que nos ha arrastrado también a los demás. Esa es nuestra realidad. No soy capaz de imaginar una vida mejor, o diferente, una vida que no esté repleta de inminentes momentos de lucha emocional. Vivir con mi madre siempre ha sido sinónimo de vivir en un continuo estado de terror. La mayoría de los días, nosotros (mi padre, mi hermana y yo) éramos incapaces de adivinar qué sería lo que encendería la chispa. No tenía malicia ni maldad; al contrario: nos desarmaba con su inocencia. Tan cariñosa y a la vez repleta de tensiones, como una goma elástica en torno a una cuchilla. Este es el único motivo por el que siempre he estado y siempre, siempre, siempre estaré al servicio de mi madre.
Cuando era más joven me las arreglaba para transformarme, para ser más fuerte y más paciente, de modo que pudiera custodiar sus sueños, pero en algún momento del proceso de mi propia maduración me di cuenta de que anteponer su felicidad a la mía acabaría de forma nefasta para las dos. Mi identidad cambiaba constantemente por su culpa, oscilando entre las dos mitades de mi ser, la que intentaba complacerla y la que intentaba vivir.
Mi madre había sido violenta desde que yo pudiera recordar, su ira la inundaba en punzantes oleadas. Sin embargo, su violencia no siempre era física. A veces utilizaba las palabras como arma, atravesando todas y cada una de las fibras de mi ser. Esto sucedía con frecuencia, como un interruptor que se enciende y se apaga. Mi madre, como si fuera mi propia supervillana de Marvel, podía pasar de ser buena a ser mala en un momento, de amable a diabólica en segundos. Un huracán de desastroso caos; era histérica y amenazante, resuelta en sus actos debido a la velocidad a la que se transformaba. La más pequeña nimiedad era capaz de desencadenar su ira. Su ímpetu era poderoso, vertiginoso y peligroso. A veces bromeábamos y ella se reía con nosotros; a veces bromeábamos y ella empezaba a gritar, a golpearnos a mi hermana y a mí con lo que tuviera a mano: una sandalia, un rodillo de cocina, un palo de escoba. Una vez me golpeó con el extremo de una percha metálica siete u ocho veces porque una amiga a la que había invitado a casa llevaba unos shorts muy cortos. Mientras me golpeaba recuerdo que me decía, "¡Como te vea con unos shorts así te vas a enterar!". Tuve la espalda magullada durante meses.
Yo oscilaba entre las dos mitades de mi ser: la que intentaba complacerla y la que intentaba vivir.
Mi recuerdo más aterrador de mi madre fue cuando yo tenía doce años y mi hermana diecinueve. Estos son los hechos de aquel día, que aún recuerdo: escucho a mi hermana chillar. Inconfundible como una huella dactilar, una letanía de traiciones. Conforme grita, mi madre le devuelve los gritos, agudos e implacables: un aullido gutural, despiadado e iracundo que sale de su interior a borbotones como lava ardiendo. Ese suave murmullo —esa chispa ligera y acogedora que normalmente reside en su interior— se ha esfumado. Su calidez ha sido vencida por su crueldad.
Mientras escucho a ambas gritar, salgo del jardín trasero y entro torpemente en la sala de estar, donde creo que se encuentran. Veo a mi madre, con el cuerpo empapado de insatisfacción, agarrando un enorme cuchillo de cocina con la mano derecha. El mango es negro y sus nudillos están rojos y blanquecinos. De repente, mi madre se mueve impulsivamente como un relámpago, combativa, determinada, y trata de apuñalar a mi hermana sin piedad.
Un día antes había estado sentada con ella en la misma mesa en torno a la cual ahora perseguía a mi hermana. Le había hablado de chicos y ella me había escuchado comprensiva. Puedo recordar muchos bellos momentos de lucidez como este, en los que mamá era absolutamente perfecta. Quería tener ese tipo idealizado de madre con todas mis fuerzas y quizá ella también deseaba desesperadamente desempeñar ese papel. Pero en este momento está llena de furia, con los ojos abiertos en una mueca tiránica. Los iris de sus ojos parecen grandes discos negros y el blanco, yuxtapuesto, destaca como la nieve, enorme y maníaco. Su cabello es un nudo enmarañado sujeto en la parte posterior de su cabeza y varios mechones vuelan en torno a su cara como llamas. Lívida y estallando de ferocidad, se lanza sobre mi hermana con torpe precisión. Mi hermana grita y grita y grita mientras corre en torno a la mesa, como si corriera sobre raíles que forman un círculo infinito que sigue y sigue, un bucle que jamás termina. Mientras observo, de repente mi madre se fija en mí. Ahora soy yo su presa. Soy el transeúnte casual que acaba sepultado bajo una montaña de escombros. Yo también empiezo a correr, y la hoja del cuchillo me pasa rozando varias veces. La oigo clavarse en la madera de la mesa, después en la pared. Mi hermana no deja de chillar.
Ojalá pudiera detener ese momento en el tiempo, detenerlo de modo que las tres fuéramos como tres moléculas suspendidas en el aire, vibrando al ritmo de la furia. Es como una interrupción onírica de nuestra realidad, la realidad en la que todos desempeñamos nuestro papel en nuestra farsa magistral, la realidad en la que somos una familia. Pero ahora ella está arruinando esa fachada, atravesando el aire que rodea nuestros cuerpos con un cuchillo y, mientras sucede, me doy cuenta de que no hay marcha atrás. Hemos atravesado determinado umbral. Es imposible volver atrás e intentar actuar con normalidad cuando ha sucedido algo así. ¿Desde qué punto podríamos volver a empezar?
He repetido en mi mente este recuerdo una y otra vez, como una canción que no puedo quitarme de la cabeza. La melodía me resulta familiar, pero odio la letra. Lo revivo en mi mente una y otra vez para tratar de recordar los fragmentos rotos. ¿Qué partes he olvidado en todos estos años? ¿Lo recuerdo tal cual pasó? ¿Me he inventado alguna parte? ¿Sigue siendo un recuerdo nítido o se desdibuja como la difracción de un caleidoscopio? ¿Fue tan terrible en realidad?
En mi recuerdo, mi madre para cuando interviene mi padre y la empuja contra la pared con las patas de una silla. Solo le recuerdo vociferando: "¡Para, para!". Pero hablando en inglés, no en bengalí. Y ahí se acaba todo. Ella resopla, con los ojos todavía abiertos de par en par, y yo estoy escondida junto al televisor, deseando que mi vida fuera mejor y menos dramática a mis doce años.
Cuando era más joven encontraba consuelo en las tragedias griegas, en la Commedia Dell'Arte, en Shakespeare, en los ecos de Tagore. Me sentía reconfortada porque veía mi propia vida como una tragedia. Una vez interpreté una mitad de Los enamorados ("Gli Innamorati") sobre el escenario y mi profesor de arte dramático me dijo más tarde que yo poseía entusiasmo y vida y que podría... No, que debía ser actriz. El motivo para ello, imagino, tiene dos vertientes. En primer lugar, porque había visto todo el espectro de las emociones humanas representadas en el rostro de mi madre, sin descanso, siempre en movimiento. En segundo lugar, porque llevaba muchos años siendo una gran actriz. En ocasiones he luchado interiormente para saber cuál era mi propia realidad: si soñaba con una madre que no me hiciera daño a mí, ni a mi padre, ni a mi hermana, ni a sí misma, ¿podría transformar mi vida? ¿Lograría salir de esta jaula y escapar de sus garras? ¿Podría hacer mi sueño realidad y salvarme a mí misma y a las personas que quería?
A muy temprana edad aprendí a mentir sobre mi vida porque la locura de mi madre era algo que ocultaba constantemente. Ella siempre se hallaba en un perpetuo estado de fuga y yo siempre era la elegida para salvaguardarla, porque en cierto modo yo era su favorita. Completamente ignorante de la plétora de secretos que ocultaba mi madre, los lugares tristes y terribles en los que residía, comencé a ver su enfermedad solo como un fraude, como una carga ineludible... Pero no para ella, sino para mí. Jamás pensé en cómo le afectaba a ella su enfermedad, solo pensaba en cómo me afectaba a mí. De modo que, ignorante de la auténtica profundidad de su dolor, empecé a odiarla. Echando la vista atrás, pienso ahora en ella como en una persona que trataba desesperadamente de mantenerse a flote, pero en aquella época, en medio de la soledad de mi infancia, confundía su comportamiento con simple crueldad. Su sensibilidad errática era demasiado volátil para mí. La odiaba. Durante años y años me apoyé en mi ira y mi resentimiento, en mi miedo, porque la odiaba profundamente. Solía rezar para que muriera con las manos firmemente entrelazadas, albergando la esperanza de que, si rezaba suficiente, realmente moriría.
Y estaba obsesionada con la idea de su muerte.
Empecé a contarme a mí misma historias para poder soportar la situación. Fue mi forma directa de lidiar con la realidad y vivir en ella. Tumbada en la cama junto a mi hermana, durante muchos meses después del incidente, repetía en mi cabeza aquel recuerdo una y otra vez. Nuestros cuerpos, el de mi hermana y el mío propio, escapando por poco de la hoja del cuchillo. El movimiento por impulsos de mi madre, los saltos y las carreras, la inercia que nos hizo retroceder, el movimiento de ataque errando por pocos centímetros nuestros cuerpos, sin aliento como corredoras de maratón. ¿Qué habría pasado si después de tanto correr nos hubiera clavado el cuchillo finalmente? A modo de catarsis yo solía imaginar todas las versiones diferentes de las infinitas posibilidades que me venían a la mente. Como si me encontrara en un universo paralelo en el que mi madre realmente nos hubiera matado a las dos.
Creía que quizá conseguiría tras la muerte el amor que merecía. Quería que mi madre sufriera al ver cuánto daño nos había hecho. Si sus manos se hubieran manchado con nuestra sangre, tal vez aquella habría sido la venganza que yo necesitaba por tener una madre tan horrible; un final perfecto para alguien que interpretaba tan perfectamente a la villana de mi propia tragedia personal.
A principios de este mes, llamo a mi madre por Skype y ella me cuenta un chiste extraño sobre culos que me deja descolocada. Mi reacción inicial es de frustración. Yo estoy comiendo mientras hablamos y los detalles son obscenos, con tintes sexualmente perversos. Así es el humor de mi madre, grotesco y absurdo; su espíritu enjaulado ha resucitado para convertirse en una nebulosa depravada que compite por la atención de su hija. Me recuerdo a mí misma que es una persona y trato de verla bajo la suave luz de todas sus desgracias. En este momento ella es una persona, sin adjetivos, sin títulos, sin nada que la califique. En este momento, cuando me cuenta ese chiste, no es... nada. Nadie. Solo una persona. La he odiado por la madre que no pudo ser pero, ¿qué pasaría si pudiera amarla por la persona complicada que es?
No necesita mi clemencia, pero en ese momento yo la absuelvo de todo. Tiene los ojos vidriosos, como un perrito que llora. Como un animal que ha visto el peso del mundo y aun así ha conseguido salir de su caos una y otra vez, intentando desesperadamente ser alguien trascendente. Desea que la observen por todo lo que es, por todas sus debilidades y, en la virtud de las sombras y en la familiaridad de nuestra relación —madre e hija—, deja escapar todas sus peculiaridades como un bostezo que lleva toda la vida pujando por salir. Frente a nosotros (mi hermana, mi padre y yo) desea ser aceptada por todo lo que es. Como yo, desea que se le permita ser complicada, pero no puede ser: la sociedad no le deja. Me doy perfecta cuenta de todo eso cuando la veo, tan infantil. Su piel está tensa, estirada sobre su rostro como un lienzo.
Me parezco mucho a ella, incluso aunque las arrugas en torno a sus ojos destacan como diamantes.
Si soñara con una madre que no me hiciera daño a mí, a mi padre, a mi hermana o a sí misma, ¿podría transformar mi vida?
Dice algo, pero yo estoy muy lejos, preguntándome cómo habría sido mi felicidad de no haber sido por el deterioro de mi madre. No puedo concebir una vida en la que sus palabras, sus trucos o sus manos no me hicieran daño. He vivido bajo su dictadura, temerosa de ser yo misma. Sin embargo ahora estamos calmadas, hablamos de tú a tú. Sonríe de medio lado y pregunta, como si notara mi distancia: "¿Por qué no me quieres?".
Al principio me muestro impaciente, le espeto una respuesta brusca. Su mirada es dulce, amable incluso en medio del dolor.
Esta es la verdad: sí que la quiero. Me distancié hace tiempo para salvarme a mí misma. No quería naufragar en el purgatorio donde residí durante casi diecinueve años de mi vida, así que huí. Ahora hay literalmente un océano —o dos— que nos separan. Hablo con ella cuando puedo. Le pido que tome su medicación, pero siempre de forma suave y educada, nunca ordenando nada, siempre 'sugiriendo'. Entiendo que su mayor temor es saber que está loca y no puedo culparla por ello. Gran parte de su vida transcurre en los espacios que determinan quién no puede ser. Muchas de las cosas que nos hizo cuando éramos pequeñas —y en ocasiones todavía en la actualidad— fueron provocadas por un movimiento de búsqueda. Mientras trataba de hacernos daño, estaba intentando al mismo tiempo redescubrirse a sí misma. Nos hace daño porque somos la única cosa de este mundo que tiene valor para ella y lo hace de forma autodestructiva, porque también se hace daño a sí misma. No es precisamente un premio de consolación, solo es mi opinión, porque en aras de mi propia cordura necesito reconciliarme con ella y con las cosas que ha hecho. Para poder perdonar, necesito ver su dolor de todas las miles de formas que ella lo ve.
Sea por el motivo que sea, ya no siento rabia dentro de mí. Lo cierto es que eso mismo podría haberme pasado a mí perfectamente. Veo muchas cosas de mí misma en ella: el modo en que escucha mis historias acerca de ser una persona, de viajar, de trabajar, de escribir y, aunque me ofrece siempre consejos inútiles, veo el modo en que se le ilumina la mirada cuando comparto mis historias con ella. En esos momentos su humanidad prevalece y los recuerdos dolorosos y violentos se desdibujan. Se convierten en fantasmas que existen pero que no perduran. He aprendido que crecer significa perdonar. Como Bertha Mason, sentada en aquella sala dorada con vistas a los páramos y las verdes praderas, la enfermedad de mi madre es brutal y vengativa, y ha regido su vida entera. Cuando tus padres están enfermos, en cierto momento debes dejar de juzgarlos... a veces.
Y luego otra vez la pregunta. ¿Qué le debo en realidad?
Ella me maltrató, pero aun así le quiero. Es complicado y evoluciona constantemente, pero estos días la odio cada vez menos porque la veo por todo lo que es, no solo como mi madre. La veo como una adulta fracasada, una persona que no debería haber tenido hijos, pero también como una víctima de su tiempo, de su propio maltrato, del maltrato del que nunca habla. Siendo una artista del odio hacia sí misma, mi madre se convirtió en un monstruo como respuesta a las brutales expectativas de la sociedad con respecto a lo que debería haber sido. Nunca ha sido feliz, y eso duele. Para mí, la línea que separa la bondad y la maldad de mi madre está muy desdibujada. ¿La culpo de las cosas? Por supuesto. Pero estoy empezando a comprender que mi viaje no tiene por qué estar definido por el suyo.
Mi madre siempre se agita. Quizá sea para recordarse a sí misma que sigue viva, o quizá porque la quietud es demasiado terrorífica para ella, demasiado cercana a la muerte. Cuando está sola debe enfrentarse a sus demonios y no está lista para ese final, todavía no. No recuerda nada de lo que nos hizo. A veces incluso nos acusa de haber exagerado en nuestras reacciones, de habernos inventado mentiras, pero actualmente no necesito nada de ella. Mientras la observo a través de la pantalla de mi MacBook, me recuerdo a mí misma que algún día morirá. Mi corazón se inflama e inunda mi pecho de dolor. Mis ojos se humedecen, pero no soy capaz de llorar delante de mi madre. De modo que, con paciencia, respiro hondo. Asiento con la cabeza y sonrío, y la escucho mientras me cuenta su chiste sobre culos."

Tomado de Broadly.

domingo, 9 de octubre de 2016

Despacio, intrusivo...

Se acabó. Me niego a estar mal nunca más y volver atrás porque hay algo increíble que me está pasando. Y es que me gusta alguien.


lunes, 26 de septiembre de 2016

DEPRESIÓN


"Hace ya bastantes meses, que estuve realmente sola, fui capaz de ser feliz por mí misma [sin depender de ]nadie. [...] Yo no me voy a hundir en la miseria porque mi relación no funcione"

viernes, 23 de septiembre de 2016

Todos somos “Brangelina”

En primer lugar, quiero decir que el texto que a continuación expongo no lo he escrito yo, sino alguien del maravilloso blog de Lo que me encantaría decirte. Este artículo me ha encantado y por eso lo pego aquí, para releerlo miles de veces. Espero que a vosotros también os guste.

"Se acabó.

Hoy los medios de comunicación echan humo con el divorcio de Angelina Jolie y Brad Pitt. Aprovechando éste suceso quiero abrir los ojos sobre la estabilidad, las relaciones y el amor propio.

Si bien dice la prensa rosa que la ruptura se debe a “diferencias irreconciliables”, también se tiene el punto de mira en Brad por su abuso de sustancias. Éste consumo provocaba que tuviera conductas agresivas que, obviamente, Angelina veía perjudicial para sus hijos e incluso para ella. Pero yo no quiero entrar en que sean ciertos o no esas especulaciones.
Vamos a extrapolar este ejemplo, que nos ha dado Angelina, a nosotros:
Es cierto que cada relación es un mundo, pero todas, al fin y al cabo, tienen un denominador común. Seguimos arrastrando costumbres ambiguas que están enmascaradas bajo las frases “estamos pasando por una mala época de la que seguro que saldremos”, “hay pequeñas diferencias que puliremos”, “le perdono (o me perdona) porque nos queremos”… y un largo repertorio. No hay que aguantar “carros y carretas” en una relación. No. Una relación no está para aguantarla, está para sentirse pleno y feliz junto a una persona. No digo que no haya dificultades de vez en cuando, pero, ¡ojo!, según qué tipo de dificultades. Una cosa es que, digamos, no lleguéis a fin de mes, o no tengáis tiempo para vosotros por vuestros respectivos trabajos… Ese tipo de dificultades que no dependen del todo de vosotros. Pero las dificultades del tipo celos, ira, abusos, maltratos, desprecios, infidelidades… Son las que debemos evitar, y si nos encontramos metidos en el hoyo, salir de él. Con o sin ayuda, pero hay que dar el paso como lo ha hecho nuestra querida Angelina.
Puede que tu pareja sea un Brad Pitt, guapo, triunfador, exitoso, trabajador, encantador, atento, cariñoso (aplicad estas descripciones en chicas si es vuestro caso), pero si os afectan esas dificultades directamente recibidas por vuestra pareja, tomad ejemplo de Angelina. Podría no haber dado el paso por los medios de comunicación, por sus familias, su fortuna o por no ser el centro de atención durante varios días; sin embargo, ha pensado en ella y en sus hijos. Ha luchado por su bienestar y su felicidad y a la mierda todo lo demás.
Todas y todos llevamos dentro una Angelina Jolie, unos más desarrollado que lo sacan cuando saben que esa persona no les conviene, y otras que sin embargo deben dedicarse más a fomentar esa faceta de amor propio que dejan a un lado cuando están con la persona equivocada.
Debemos decir NO a esas relaciones que nos restan más de lo que nos dan, que nos hace cuestionar si merece la pena o no, que nos da más penas que alegrías, decir NO a las relaciones agobiantes, enfermizas, que nos denigran en vez de ayudarnos a crecer como personas, decir NO a esas relaciones en las que se ha perdido el respeto y por supuesto aquellas que hay maltrato de por medio ya sea físico o psicológico.
Tenemos que decir a nuestra felicidad aunque no sea con esa persona. Decir a nosotros mismos,  a nuestro bienestar y, ¿por qué no? hay que ser egoísta con ello, pensar en ti y en nadie más.

Quizá muchas de nosotras nos hayamos alegrado por ésta ruptura (entre ellas me incluyo), pero desde luego me quedo con Brad Pitt en cada uno de sus personajes cinematográficos y no con “el Brad Pitt” actual, casero y mortal."

miércoles, 21 de septiembre de 2016

Pero no lo hagas...

A veces pienso que no veo el momento de sentir con alguien lo que llegué a sentir contigo.
A veces pienso en mi miedo, en qué hubiera pasado si no hubiese tenido tanto...
Me gustaba que me abrazaras. Ojalá vuelvas al lugar donde nos encontramos por primera vez... Pero no lo hagas. 

martes, 20 de septiembre de 2016

"Me gustan las personas que dejan huella, no cicatrices"

"Hay personas que entran en tu vida y lo cambian todo, personas por las que vale la pena parar, respirar y valorar. Valorar lo que realmente importa. Los detalles, las pequeñas cosas, cosas como el agua del mar, las nubes, una mirada de esas que lo dicen todo, unos ojos como los suyos, el modo en el que sonríen, un abrazo infinito mezclado de sal, sus manos, despertar a su lado…
Hay personas que están hechas de acero inolvidable, personas que hacen que todo tenga sentido, incluso lo que no importaba hasta que las conocimos. Son personas auténticas que marcan un antes y un después en nuestra vida, que llegan como un soplo de aire fresco y que, si se van, permanecen como huella indeleble en nuestros recuerdos.

Hay una gran diferencia entre dejar huella o dejar cicatrices

Hay una diferencia enorme entre dejar huella o dejar cicatrices. Las cicatrices son señales de daño, de dolor, de heridas abiertas, de emociones que necesitamos limpiar y tratar. Las cicatrices son marcas que no elegimos tener y que nos recuerdan un dolor que se podía haber evitado.
Sin embargo, las huellas son marcas imborrables en la piel y en la memoria que nos hacen rememorar momentos de amor, de aprendizaje y de crecimiento.

Por lo tanto, no importa tanto la cantidad como la calidad de la gente que nos rodea. Si alguien nos hiere de manera sistemática, deberíamos plantearnos limpiar nuestro entorno, enfocar mejor y dejar que permanezcan relaciones que resulten en aportes y crecimientos mutuos.

Son personas que te abrazan y reconstruyen tu interior

Los pequeños detalles otorgan significado al sentido de la vida, lo cambian todo, hacen de lo diario lo importante. Así, no se hace tan necesario lo que nos dan como la forma de darlo.
Digamos que, si te abrazan, logran recomponer tus partes rotas, te enseñan a vivir y a revivir tu interior. Las personas especiales no esperan a que las cosas sucedan, hacen lo que desean y persigue lo que quieren hasta que lo consiguen.

“La manera de dar vale más que lo que se da.”
-Pierre Corneille-

No se trata de dar pasos, sino de dejar huella

Hay personas que dejan una huella imborrable en tu corazón, porque ha habido un tiempo que has seguido un mismo camino con ellos. Y, aunque ya no estén contigo, nunca podrás olvidarlos.
No se esfuerzan por dejar esa marca, sino que aparece sin que te des cuenta. Son esas personas que te ofrecen otra visión de tu mundo, que te ayudan a cuestionarte tu pasado, tu presente y tu futuro.
“Cada persona que pasa por nuestra vida es única.
Siempre deja un poco de sí y se lleva un poco de nosotros.
Habrá los que se llevarán mucho, pero no habrá de los que no nos dejarán nada
Esta es la prueba evidente de que dos almas no se encuentran por casualidad.”
-Jorge Luis Borges-

Existen personas que nos dejan huella y otras que nos marcan para toda la vida

Por eso, un alma gemela es una especie de salvavidas. Llegan por casualidad, o tal vez de manera intencionada, y te cambian para siempre. Te abren los ojos, te hacen ver lo que duele, lo que puede llegar a doler y lo que tiene un significado maravilloso.
Sin embargo, con ellos al lado, nada duele tanto. Porque las personas que dejan huella no ocasionan daños permanentes, no se dedican a marcarte porque sí. Y, aunque pongan tu vida patas arriba y eso te incomode, si pones en tu diccionario la palabra Suerte, aparecerán ellos.
“La gente cree que un alma gemela es la persona con la que encajas perfectamente, que es lo que quiere todo el mundo. Pero un alma gemela auténtica es un espejo, es la persona que te saca todo lo que tienes reprimido, que te hace volver la mirada hacia dentro para que puedas cambiar tu vida. Una verdadera alma gemela es, seguramente, la persona más importante que vayas a conocer en tu vida, porque te tira abajo todos los muros y te despierta de un portazo. Pero, ¿vivir con un alma gemela para siempre? Ni hablar. Se vive demasiado mal. Un alma gemela llega a tu vida para quitarte un velo de los ojos y se marcha.”
-Elizabeth Gilbert-"
 

CRÉEME QUE LO SÉ

Hay días en los que de verdad te sentirás una mierda, que recordarás a esa persona y todos vuestros momentos buenos. Hay días en los que te dirás que es mejor pasar página, y estarás bien y feliz.
Pero tienes que avanzar, siempre hacia delante. No puedes volver atrás. Esa persona que fue ya ni siquiera existe.
Y lo sé, créeme que lo sé. Sé que le echas de menos, que cuando intentásteis volver, ese último día fue genial, pero se acabó pequeña. Tú deseas con todas tus ganas otro destino, y quizás ella no cabe ahí, porque su camino no va a la vez ni paralelo al tuyo.

miércoles, 14 de septiembre de 2016

Recuerdos

A veces echo de menos tu humor absurdo. Eras muy tonta y me gustaba que me hicieras tanto reír xD.

martes, 13 de septiembre de 2016

FLUIR ~

Para fluir hay que dejar que las cosas sean, no forzar nada, no intentar influir en el destino de los hechos o personas. Hay que dejar que se construyan o se destruyan por sí mismos, porque al impedir que algo malo suceda, evitas también que algo bueno suceda.
Si un local no tiene éxito, no intentes que continúe abierto solo porque es tu preferido. Acepta el cambio, ábrete a nuevas situaciones. Si cierra, será porque no estaba lo suficientemente adaptado. Si permites que cierre, que se acabe, al final otro nuevo local se abrirá y estarás favoreciendo a que otra familia gane dinero en ese lugar.
Igual ocurre con las relaciones. Es importante permitir cerrar ciclos, dejar que las cosas fluyan, no forzar nada y que todo venga cuando deba venir. De esa forma, estarás preparada para el cambio.

viernes, 9 de septiembre de 2016

Magia

Esa sensación de ser libre, increíblemente guapa, sexy y poderosa; con un grupo de amigas preciosas que son de verdad, que te apoyan y te aceptan siempre, pero que sobretodo te quieren. Te quieren muchísimo. Y salir por la noche y vestirte para ti y gustar, gustar muchísimo porque te amas, y volver a pensar en tacones, maquillajes atrevidos y ver como todo, poco a poco, va mejorando y superando cualquier etapa anterior.
Eso es magia: sentir que has encontrado tu sitio.


domingo, 28 de agosto de 2016

Miedos y errores

Todas las personas tienen algo que aportar, y todas las personas tienen miedos.
Nadie es completamente asetivo y tampoco nadie es completamente valiente.
Aprender a amar tus miedos y errores, te hace sentir vivo, y también te ayuda a aceptar y amar los miedos de otros.

viernes, 26 de agosto de 2016

"A todas las mujeres que tienen que aprender a volver a amar"

En primer lugar, quiero decir que el texto que a continuación expongo no lo he escrito yo, sino de una de las chicas de Weloversize (una página increíble que tenéis que visitar). Este artículo me ha encantado y por eso lo pego aquí, para releerlo miles de veces. Espero que a vosotros también os guste.

"Un día te levantas, miras el calendario que tienes encima del aparador y caes en la cuenta de que ya han pasado casi dos años desde que ÉL se fuera. No se fue con otra, ni a otro país, ni a por otro trabajo. Se fue de la vida.
Te incorporas, pones la cabeza acomodada entre las almohadas y notas lo grande que te queda la cama. Es en ese momento en el que empiezan a pasar por tu mente imágenes de personas que se han paseado por esa habitación vacía durante ese tiempo. Personas que, como la habitación, están vacías. O quizás, lo vacío es tu corazón.

Miras detenidamente al techo como si fuera un cielo blanco que te encarcela y comienzas a debatir con tu luz interna: ¿qué está pasando? ¿se agotó la capacidad de amar? ¿ya todo es vacío y silencio? Te acuerdas de momentos en los que parecía que la ilusión por alguien se despertaba hasta que se desvanecía otra vez. Piensas en lo que podría haber sido tu vida con ÉL si no se hubiera ido y lo tanto que dista de lo que has tenido que soportar con ciertas personas por tal de conseguir algo de calor en las noches de pleno invierno imaginario.
Decides salir de la cama y ponerte un café con sonrisa de agobio y magdalenas.
Una vez sentada y dando vueltas a tu café cargado con la cuchara, piensas que ya nadie vendrá con los valores que tú buscas y que tenía ÉL. Aparecieron “los más bajos que”, “los más altos que”, “el no tan dicharachero como” y “el no tiene tanta iniciativa como”. Y después de ese “que” y ese “como” siempre aparece ÉL. También comienzan a aparecer los que te utilizan en ese mundo en el que usa la definición de libertad olvidándose del respeto y los valores. Por mucho que quieras, ese mundo nunca lo entenderás ni entrarás en él por mucho que te tienten ¿No hay valores o los tuyos han cambiado? Largas vueltas a esta pregunta. Vueltas como las de tu cuchara en el café casi a punto de rebosar.
Te acercas la taza a los labios y  llegas finalmente a la conclusión de que no puedes ya estar comparando nada con ÉL ni aguantando palos  de personas que no definen el amor como tú. No es cuestión de incapacidad, es cuestión de ganas por volver a empezar el largo ciclo del alma. ¿Y eso qué quiere decir? ¿Qué me están empezando de nuevo las ganas de amar?

Se te termina el café y te metes a la ducha para salir a pasear y seguir deliberando sobre esa angustia que te está persiguiendo y que no sabes controlar.
El agua de la ducha parece que te limpia las ideas y vas viendo más claro que la distancia que separa el “echo de menos amarle” al “echo de menos amar a alguien” es cada vez más grande y que tú te encuentras en el kilómetro de la segunda afirmación de añoranza. Y ahí está. Ahí llega el nudo en el estómago. Ese nudo que no te deja digerir adecuadamente los sentimientos porque crees que tú ya no tienes derecho a volver a amar a nadie. Uf. Este nudo duele. Mucho. Sales de la ducha y te secas.
Respiras hondo mientras te vistes, te peinas y retocas esa cara que se refleja en el  espejo y que ya tiene color. Nada queda de la palidez de hace dos años. Nada queda de esa mirada triste. Todo lo contrario. Pones máscara de pestañas para realzar  unos ojos que han cambiando. Ojos que sólo quieren ver vida y felicidad. Ojos llenos de ilusión por lo que vendrá. Otra vez notas los pinchazos en el estómago. Claro, ya lo entiendes, es la palabra ilusión. ¿Ves? Otra vez. Cuando dices o notas ilusión, tu estómago parece que no te lo permite. Te dice en forma de dolor ¿Tú por qué vas a volver  ilusionarte? Pues te lo voy a decir bien claro querido ego, tengo sólo 29 años y habrá que seguir enamorándose. No sólo de personas, habrá que seguir enamorándose de la vida que te queda por caminar.
Te cuelgas el bolso, abres la puerta y te vas pisando fuerte hacia la calle donde has decidido ir para observar las sensaciones de la brisa en tu cara de ilusión libre.
Mientras caminas, te das cuenta de una cosa: Amar, sí, muy bonito, pero esto… ¿Cómo se hacía? De nuevo, notas una extraña sensación: Cansancio. Te sientas y clavas la mirada en un árbol.
Vamos a ver, piensa mente loca ¡Piensa! Todo este tiempo has salido con tus amistades a cenar, a conciertos, a ver exposiciones, a asistir a obras de teatro y al cine pero ¿te has parado a pensar en si te interesa alguien? ¡Sí! Ya es hora de que te interese alguien del presente y no del pasado por mucho que tengan que convivir irremediablemente.
De nuevo has aprendido a levantarte todas las mañanas sin llorar, has cambiado tu casa, has cambiado tu trabajo, has cambiado tu ropa porque te ha dado por comer y la talla tristeza ya no te vale, has cambiado hasta tu círculo de amigos haciéndolo más grande, has cambiado tus hobbies y… ¿no te da por cambiar de una maldita vez tu visión sobre las relaciones?
¡Déjate ya de personas vacías y comienza a amar! Pero a amar de verdad porque ¿sabes una cosa? Llega un día en el que te levantas, miras el calendario y te das cuenta de que tienes ganas de volver a amar.



¿Y ese chico qué mira? Pues parece interesante…
A todas las mujeres que tienen que aprender a volver a amar. Con todo mi cariño."

 Tomado de Weloversize.

Orgullo de ser yo

Nunca tengas miedo de ser quien eres, pues al reconocerte a ti misma con tus defectos y virtudes, y amarlos a todos, nunca tendrás miedo de hablar sobre ellos a cualquier persona, y te reconocerán como una persona fuerte. De este modo, no te importará lo que digan de ti, porque te dará igual, sabes quién eres y lo que quieres. Y eso es increíble.


jueves, 25 de agosto de 2016

Comprender, consolar y entender

Hace un tiempo escribía una entrada en la que me cuestionaba sobre los significados de aceptar y entender, pero ahora añado uno más: consolar.

Pienso que en aquel momento me faltó analizar el consuelo.

¿Qué significa consolar?
Según el diccionario: aliviar la pena o aflicción de una persona. Sus sinónimos son: confortar, calmar, tranquilizar, alentar, animar, aliviar.

Es fácil ententer unos hechos, es decir, comprenderlos. Quizás sea un poco más difícil aceptarlos, es decir, conformarse con que suceden. Pero, probablemente, lo más difícil sea consolar a la persona que los vive.

Consolar, para mí, significa comprender y aceptar los sentimientos de alguien más. A veces, ese proceso no es tan fácil como parece. A veces es difícil ponerse en el lugar del otro, es decir, empatizar.

Por ello, para consolar, no tienes que dar una solución. Tienes que escuchar, hacer preguntas sobre cómo se siente; para así poder ponerte en el lugar de esa persona. Que tú le des la solución, no significa que esa persona vaya a sentirse mejor. Ni siquiera significa que esa persona vaya a seguirla. Esa persona primero debe desahogarse, comprenderse a sí misma. Muchas veces, nos resulta complicado desahogarnos con nosotros mismos y necesitamos a alguien más para lograrlo.

Después de que se desahogue, debes ayudarla, poco a poco, a que ella misma encuentre su propia solución, para que se sienta bien, por muy obvia que muchas veces te resulte la salida, pero recuerda que tú no estás en su cabeza. Y, por supuesto, nunca debes castigarla o echarle en cara sus actos pasados. Debes preguntarle cómo va a solucionarlo  o esperar a que te pregunte cómo lo solucionarías tú. Entonces ya puedes decirle lo que piensas, pero no antes.

domingo, 21 de agosto de 2016

Porque ya no estás y eso está bien

Hoy me siento bien, porque ya no estás. Ya no te noto. Creo que te has ido, me dejas en paz y siento que soy libre.

sábado, 20 de agosto de 2016

Gente profunda ❤

Quiero hablar de átomos, de muerte, del espacio, de filosofía, de política, de sexo, de viajes a Asia, a Nueva York o a la luna, quiero que me cuentes todas las mentiras que has dicho a lo largo de tu vida, en qué piensas mientras besas, quiero que me hables con emoción.

“Me gusta la gente que vibra, que no hay que empujarla, que no hay que decirle que haga las cosas sino que sabe lo que hay que hacer y que lo hace. La gente que cultiva sus sueños hasta que esos sueños se apoderan de su propia realidad.”
-Mario Benedetti-



lunes, 15 de agosto de 2016

P.D.: Te quiero - Holly y su madre


-Odiabas a Jerry porque te recordaba a papá.
-Un poco.
-¿Sabes qué es lo peor para un padre, además de perder un hijo? Ver que tu hijo va a llevar la misma vida que tú y no poder evitarlo. Te sientes tan impotente... Te hace estar enfadada... y yo lo he estado, durante mucho tiempo.

¿Cómo dejar en el pasado a tu ex?

"Deja de esforzarte por olvidar
Olvidar es para las personas con problemas de memoria (amnesia).  Como probablemente tú no tienes ese problema, deja de esperar que olvidarás a tu ex.  Tu ex fue real, lo que viviste con esa persona fue real, y no se trata de que lo olvides, se trata de que agradezcas que existió, tomes lo que recibiste, te fortalezcas, y tomes fuerzas para estar contigo mismo y poder estar con alguien más.
Entiende lo que realmente sucedió
Si terminas una relación y te toma por sorpresa, es porque realmente no quisiste ver la realidad a tiempo, pasaste por alto los pequeños avisos o señales de lo que estaba pasando, preferiste seguir creyendo en la ilusión, dejando de ver al otro, dejando de ver la relación.
Probablemente la otra persona hizo lo mismo, pretendiendo que todo estaba bien, actuando como si nada, dejando de escuchar las señales dentro de ella que le decían que el ciclo estaba estancado, hasta que con la acumulación, explotó y dio por terminado todo.
Ninguna relación permanece de la misma manera para toda la vida, pues ninguna persona permanece siendo el mismo toda la vida.  Todos vamos cambiando y evolucionando, y si frenas esa evolución en ti, la frenarás en la relación.  O quizás querías que la relación fuera igual siempre, y eso mismo fue lo que generó que se estancara.
Así es que comprende lo que realmente sucedió sin culpar a nadie, simplemente con consciencia para poder aprender y hacerlo diferente la próxima vez.
Fortalécete y reinvéntate en tu interior
Si realmente quieres evitarte que en el futuro te vuelvan a lastimar, aumenta tu autoestima, se honesto contigo mismo y con la relación, abre los ojos a las señales, aprende técnicas de comunicación para llegar a acuerdos, toma en cuenta los sentimientos de la otra persona, se auténtico y manda el mensaje que realmente quieres mandar, conoce al otro por quien realmente es más allá de la imagen, date valor a ti mismo dentro de la relación.
Si te das valor a ti mismo desde el principio en una relación, permanecerás en una relación positiva, y seguramente no saldrás lastimado.  Pero si desde el inicio de la relación estás al servicio del otro y te olvidas de ti mismo, aumentan las probabilidades de que salgas lastimado.
Descubre el aprendizaje 
Lo ideal es que cada relación que tengamos se convierta en un avance y crecimiento en el entendimiento de nosotros mismos, en discernir nuestras preferencias, en definirnos para entonces crear lo que deseamos para nuestro presente y futuro.
El pasado en realidad no existe, siempre es un maestro de quienes somos, nos da información muy valiosa de cómo percibimos la realidad.  Tu relación pasada quizás te enseñó aspectos muy valiosos de ti mismo y si los descubres, te será más fácil seguir adelante.
Enamórate de ti mismo
Quizás suene cursi o demasiado optimista, pero realmente la mejor manera de superar a tu ex, es enamorándote de ti mismo.  Si contigo estás completo dejas de necesitar de alguien más, y el estar en pareja se convierte en un compartir de tu felicidad, más no en un requisito para ser feliz.
Confía
Confía en la realidad de que si terminó es porque tenía que ser así, por más que para ti todo estuviera perfecto, si para la otra persona no era así, es porque había algo en la relación que no estaba funcionando.
Confía en ti mismo en cuanto a que eres capaz de volver a generar esos sentimientos dentro de ti.
Confía de nuevo en las personas que te rodean en cuanto a que no porque una te lastimó, significa que las demás harán lo mismo.  El que una persona te lastime significa que basabas tu felicidad en ella, y si fue así, entonces es momento de reubicar en qué basas tu realidad.
Los demás sólo tienen el poder de lastimarte si tú lo permites, si tú les entregas ese poder.  Realmente no deberíamos de tener miedo a salir lastimados, pues eso depende de nosotros mismos, no de los demás.
Identifica lo que se llevó
Ubica qué es lo que tú sientes que perdiste junto con esa persona, qué sentimientos o cualidades en tu interior sientes que se llevó, puede ser tu confianza o amor, lo que tú sientas que se llevó, solamente ubícalo.
Identifica lo que te dejó
Lo que se llevó es una ilusión, pero lo que te dejó no. Es imposible agradecer algo que no hayas recibido, así es que enlista todo eso que agradeces de esa relación.
Deja de querer recrear el mismo enamoramiento
A veces pensamos que nos enamoramos de nuestro ex porque tenía ciertas cualidades físicas o de personalidad, y creemos que solamente de esa manera nos podremos volver a enamorar, o que el enamoramiento siempre lleva una secuencia dentro de nosotros.  Eso no es así, cada vez es diferente, y si sigues aferrado a encontrar lo mismo de antes, tan sólo te frustrarás.
Avanza
La mejor manera de avanzar es simplemente actuando, moviéndote, accionándote.  Si ya lo estás haciendo y sientes que no te ha dado resultados, observa lo que sí has estado recibiendo, quizás no es tu expectativa, quizás no es lo que esperas, pero seguramente sí estás avanzando, reconócete por eso.
Aclaro, avanzar no es tener una nueva relación o volverte a enamorar, avanzar es sentirte libre y tranquilo contigo mismo, y entonces en el momento que menos lo esperes, llegará la persona que resuene con tu energía."

Tomado de desansiedad