Es inevitable pensarte, echar de menos las pocas cosas que hacíamos cada día, pero que, en conjunto, fueron muchas. Estoy feliz, pero triste. Te echo de menos otra vez. Ojalá fuese todo de otra forma y volvieses a mi lado montada en un caballo blanco y me dijeses: <<bailemos tango>>. Pero no es así. No va a ser así. En realidad, es un deseo infantil, producto de la conformidad, del apego, de la monotonía, de la dependencia.
Ojalá todo fuese diferente, pero no lo es. Ojalá fuésemos otras personas, pero no lo somos. Yo soy yo en este momento, y tú... tú eres tú, allí dondequiera que estés.
A veces pienso en ti, en volver a llamarte, pero ¿para qué? ¿Qué necesito exáctamente de ti?
Me arreglaste el ordenador mil veces. dejaste que te tomara como mi modelo particular a la que podía maquillar, e incluso una vez me permitiste dibujarte... Fuimos poco de aventuras y a lo loco, por mi culpa, por mi inmadurez, por mi miedo.
Me gustaría que en diez años coincidiéramos otra vez, y que fuera para siempre esta vez. Pero creo que quizás en menos de lo que espero, ya ni siquiera recuerde esto que te escribo.
No creo en el amor, no como creía antes. El amor no es para siempre. El amor es un sentimiento invetable que fluye, que es loco y si no es así, deja de existir. El amor no tiene barreras, es incontenible y explosivo. ¿No te gustaría sentir eso otra vez? Por eso, vuela, fluye, ve adónde quieras y ama, ama con la fuerza de los mares, la potencia de un huracán, ama, ámate a ti misma, ama lo que haces, ama tus ideas, ama a esa chica que pronto colapasará tu cabeza. Ama.
Y yo, tranquila, no te guardaré rencor, pues haré lo mismo. Así que... volemos libres para siempre, en armonía con el universo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario