Hoy he cogido por un callejón por el que hacía tiempo no pasaba. Era el callejón donde un chico alto me dio mi primer beso. Y fue mágico. Yo quería esconderme y que nadie de mi curioso pueblo sospechase que estaba cometiendo una locura, porque yo era una chica responsable. Y las chicas responsables no hacen locuras, no se arriesgan. Y todo lo tienen bajo control.
Ahora lo pienso y me hace gracia. ¿Lo repetiría? Sí, por supuesto. Pero si me sucediera ahora, cambiaría mi forma tonta e infantil de actuar, y me lanzaría a él, a sus brazos, le diría que me diera la mano y que corriésemos libres. Saborearía cada momento y cada segundo de esa fracción de tiempo, sin preocuparme de tener miedo y que alguien conocido me viese. Porque la persona que soy, en realidad me gusta, y me da igual lo que piensen de ella, porque me cae bien y es luchadora. Es persistente, perseverante, mágica y se arriesga.
Y, sin embargo, casi no me acuerdo de cómo era él, de su cara, sus labios o sus hombros. Es curiosa la forma en la que se olvidan a las personas.
Pero no, tampoco le guardo rencor. Fue alguien más y nada más.
Quizás fue ahí cuando mi mundo comenzó a romperse, aquella noche. Pero yo no lo sabía, y todo me parecía raro y yo quería seguir siendo una buena chica. Pero ¿por qué quería seguir siendo una buena chica si nunca maté a nadie ni he atentado contra la ley? ¿Por qué intentaba ser algo que ya era? Ojalá me hubiese dado cuenta antes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario